ยฟA cuรกnta gente te has tirado?

A pesar de que nos gusta ahondar en las intimidades sexuales de los demรกs a travรฉs de anรกlisis y encuestas, tal acto voyeurรญstico tiene algo de estรฉril.
Diversos estudios sugieren que resulta imposible averiguar lo que realmente hace la gente en la intimidad (ni siquiera la gente es muy consciente de lo que hace, de lo que quiere hacer ni de lo que serรญa capaz de hacer en lo tocante a la sexualidad). Algo asรญ como el gato de Schrรถdinger venรฉreo. Y, ademรกs, lo poco que sabemos contradice la intuiciรณn: los que menos nos imaginamos son los que mรกs sexo tienen.
ยฟGrito de placer?
La incapacidad para conocer los secretos de alcoba nos retrotrae a una anรฉcdota que ocurriรณ el 12 de febrero de 2007, a primeras horas de la maรฑana, en la calle South Main, en el suburbio de Milwaukee de Oconomowoc. Cuando un tipo llamado James Van Iveren, de 39 aรฑos, oyรณ unos gritos femeninos desgarradores que procedรญan del piso de arriba.
No tenรญa telรฉfono para llamar a la policรญa, de modo que enarbolรณ una espada que habรญa comprado como reliquia, subiรณ la escalera como un samurรกi y tirรณ abajo la puerta de su vecino. Y encontrรณ a su vecino, Bret Stieghors, un estudiante de 33 aรฑos, viendo una pelรญcula a todo volumen llamada Casa de culo. El problema es que la pelรญcula era latina, y el vecino no entendรญa ni una palabra: solo los alaridos, que no interpretรณ como ruidos de placer, sino como una elocuente llamada de auxilio.
Van Iveren fue acusado de allanamiento de morada y mucha gente se rรญo a su costa cuando la noticia apareciรณ en los medios. La mayorรญa de nosotros no solemos cometer esos errores, ยฟverdad? No tan deprisa. Al fin y al cabo, la diferencia entre un alarido de terror y otro de placer reside esencialmente en el contexto. Tanto es asรญ que, en el contexto claramente lรบbrico, hay mujeres que fingen placer cuando en realidad no lo sienten y los hombres lo asumen como fidedigno, marcando una muesca ilegรญtima en su autoestima sexual.
Por si fuera poco, aunque nuestra pareja sexual no dรฉ muestras de haber disfrutado con nuestro baile de caderas, puede que reconstruyamos la historia a medida que transcurra el tiempo a fin de que favorezca, de nuevo, nuestra autoestima. La contaremos a los demรกs como si fuera verdadera, y nosotros mismos creemos que es verdadera. Pero no lo serรก. Frente a la encuesta, ยฟdisfruta su pareja del sexo con usted?, responderemos que sรญ. Este efecto psicolรณgico del autoengaรฑo se denomina sesgo a posteriori y nadie estรก exento de padecerlo.
Incluso los historiadores profesionales son proclives a cometer este error cognitivo: por ejemplo, tras analizar un hecho histรณrico importante, como el bombardeo de Pearl Harbour, se distinguirรกn los factores relevantes de los irrelevantes con mayor facilidad, y se creerรก que lo ocurrido, dadas las circunstancias, era inevitable. Esta clase de narrativa nos suena bien, pero no refleja los hechos tal y como sucedieron.
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ยฟCon cuรกntos?
Imaginemos que alguien nos interpela sin cataplasmas: ยฟcon cuรกntas personas has cohabitado? Segรบn Norman Brown y Robert Sinclair, en Journal of Sex Research, nuestra respuesta no serรก sincera. O si es sincera, no serรก realista. Las respuestas, ademรกs, serรกn distintas si somos del sexo femenino o del masculino.
En las encuestas, los hombres suelen afirmar haber tenido cuatro veces mรกs parejas del sexo opuesto que las mujeres. En Estados Unidos, por ejemplo, la cantidad media de parejas sexuales femeninas de un hombre es de siete, mientras que la cantidad media de parejas masculinas para las mujeres es de cuatro. Algo que no encaja si tenemos en cuenta que los hombres se acuestan con las mujeres.
Esta divergencia parece darse tambiรฉn en otras actividades relativas al sexo, como si se ha practicado sexo anal, la duraciรณn media de un coito o la frecuencia de estos. Asรญ pues, no parece posible que todos mientan deliberadamente: mรกs bien tienden a recordar selectivamente lo que se espera de ellos, lo mรกs estereotipado, esto es: los hombres son mรกs sexuales, las mujeres son menos sexuales.
Estas cifras tambiรฉn varรญan en funciรณn de la riqueza del propio paรญs: en los paรญses ricos, la media de parejas sexuales es diez; en los pobres, seis, segรบn un estudio de Miguel Fontes y Peter Roach.
Y finalmente, los estudios sobre las costumbres sexuales desafรญan nuestras intuiciones mรกs arraigas: son los bajitos y los que destacan menos fรญsicamente los que porcentualmente tienen mรกs sexo. Es al menos lo que sugiere un estudio realizado por investigadores hรบngaros y publicado en la revista The Journal of Sexual Medicine. Tras analizar a 531 participantes heterosexuales con edades comprendidas entre los 20 y los 54 aรฑos, los que tenรญan mรกs encuentros sexuales eran los que medรญan menos de 1.75 m, pesar menos de 78 kilogramos y con una circunferencia de cintura normal. La razรณn podrรญa ser que los bajitos compensan su falta de atractivo fรญsico empleando seรฑales que denoten estatus social elevado. ยฟAhora empezamos a entender a Tom Cruise o Sarkozy?
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ยฟTe acostarรญas con ella?
Diversos experimentos sugieren que si se pregunta a un hombre si estarรญa dispuesto a tener sexo con una mujer que no conoce, asรญ, de repente, pero que resulta agradable para la vista, un gran porcentaje aceptarรก. Si se formula la misma pregunta a una mujer, la mayorรญa declinarรก la oferta. Pero eso no nos estรก informando acerca del deseo sexual de ambos sexos, ni de lo que piensan realmente. Como se ha dicho antes, ambos sexos responden socialmente lo que se espera de ellos. Por eso cuando Diane Keaton afirma que el sexo sin amor es una experiencia vacรญa, Woody Allen le replica: ยซSรญ, pero como experiencia vacรญa es de las mejoresยป.
Ademรกs, frente a preguntas hipotรฉticas, no sabemos prever realmente lo que haremos en el futuro. Los que afirman que nunca se acostarรญan con una menor pueden responder justo lo contrario, si la misma pregunta se formula tras haberles excitado sexualmente con una pelรญcula pornogrรกfica. Dan Ariely nos explica este experimento en su libro Las trampas del deseo: Cรณmo controlar los impulsos irracionales que nos llevan al error: sobre si tendrรญan sexo con una chica de doce aรฑos, los hombres excitados respondรญan que sรญ en un 46 % de los casos; los no excitados, en un 23 %.
Incluso fatigando el ego se obtienen respuestas distintas, pues la fuerza de voluntad no siempre es igualmente sรณlida. En un estudio realizado por Gailliot y Baumeister publicado en Personality & Social Psychology Bulletin, se evaluรณ lo emocionalmente cerca que un participante debรญa sentirse de otra persona antes de tener sexo con ella. La mitad de los participantes estaban realizando una tarea debilitadora del ego (tachar letras segรบn unas reglas cambiantes).
Tras hacerles imaginar una infidelidad en una habitaciรณn de hotel, los que consideraban que el sexo informal era una experiencia vacรญa no cedรญan tanto a la tentaciรณn como los que consideraban el sexo informal como algo divertido y deseable. Sin embargo, este segundo grupo, cuando el ego estaba fatigado, cedรญan mรกs fรกcilmente a la tentaciรณn. Lo mรกs llamativo es que si la fuerza de voluntad no estaba debilitada, ambos sexos respondรญan casi igual. Pero en caso de tener el ego fatigado o concentrado en otros asuntos, los hombres se imaginaban cediendo mรกs fรกcilmente que las mujeres.
Es decir, liberados del autocontrol, parece que los hombres se dejan llevar mรกs fรกcilmente por lo que pronostica la psicologรญa evolutiva: fecundar al mรกximo de hembras posible, y ellas ya se encargarรกn de criar a los futuros vรกstagos, ya sea solas o en compaรฑรญa de otro hombre que seduzcan. Las mujeres, sin embargo, tienen un programa evolutivo distinto: no puedo permitir que me fecunde cualquiera, porque luego no puedo garantizar que me apoye con recursos suficientes para criar a nuestro hijo. Estamos hablando, claro estรก, de que estos instintos se fraguaron en la Edad de Piedra, pero sobreviven en las capas mรกs antiguas de nuestro cerebro a pesar de que las circunstancias hayan cambiado.
Los mismos investigadores, de hecho, repitieron otro experimento real, no imaginado, entre parejas reales que ya llevaban juntas mucho tiempo y parejas que hacรญa poco que salรญan. Tras agotar cognitivamente a las parejas por separado, las reunรญan en una habitaciรณn y las invitaban a darse pruebas de cariรฑo durante tres minutos (a solas). Finalmente, la pareja debรญa describir en un pรกrrafo lo que habรญan hecho. Las parejas mรกs experimentadas, al parecer, eran menos fรญsicas y apasionadas; las poco experimentadas: ยซSe besaban con la boca abierta durante un buen rato, se toqueteaban y se acariciaban el uno al otro (por ejemplo, las nalgas y el pecho de la mujer) e incluso se quitaban prendas de ropa para exhibirse mรกsยป.
En otras palabras, son tantos los engaรฑos, los autoengaรฑos, las influencias y demรกs factores que actรบan al unรญsono, como una telaraรฑa de micromotivos, que afirmar categรณricamente cuรกl es el comportamiento sexual del ser humano es, a efectos prรกcticos, como la cuadratura del cรญrculo.

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#142 Primavera / spring in the city

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Patrick Thomas

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