Dos días le llevó a Victoria Puni y a sus vecinas del barrio Miraflores preparar el dulce de higos que la mañana de ayer repartieron entre los espectadores del desfile del Carnaval de la Orquídea, que recorrió la calle Bolívar, desde el parque de San Blas hasta el de San Sebastián.

“En olla de barro toda comida típica es más rica”, dijo Victoria, quien también preparó mote pata, una sopa del Azuay tradicionalmente consumida en carnaval, que contiene maíz pelado, carne de chancho, chorizo y longaniza.

Claudio Abad, del barrio Simón Bolívar, dijo que el potaje da calorías para soportar el juego del carnaval que consiste en mojar a amigos y familiares. “Para eso también son los dulces, porque después de cada mojada un pancito blanco o de huevo con higos, duraznos, manzanas o capulíes en miel abrigan”, mencionó.

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Además en las comunidades indígenas y campesinas se brinda el cuy con papas, las habas con queso y el puchaperros o colada de capulí y durazno, pero lo que no puede faltar es el Taita Carnaval, un colorido y alegre personaje que viste de blanco, con poncho rojo y un gran sobrero de paja.

“Él visita las casas, reúne toda la comida que puede y los cultivos que se cosecharon para el miércoles de ceniza rematar y ganar dinero para las necesidades de la comunidad”, aseguró María Naula, de la comunidad de Tiopamba, cantón Nabón, quien expuso un carro alegórico lleno de colibrís y orquídeas, que abundan en su tierra.

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La gente se volcó a las calles para disfrutar del colorido y la alegría, pero también para jugar con espuma de carnaval, agua y maicena.

“El carnaval es una celebración de buena vecindad, nadie se queda sin comer, nadie se queda sin bailar y nadie se queda sin jugar”, mencionó María Cecilia Alvarado, viceprefecta azuaya. (I)